Estoy
en el hospital. A Mario el otro día los latinos le pegaron un navajazo
en la barriga y está ingresado. Por lo
visto es grave, los médicos no han dicho que se pondrá bien. Estamos aquí
algunos colegas, y la familia. Ha venido la abuela de Mario, veo como fielmente
está sentada en esta diminuta sala de espera pasando las bolas de su rosado
rosario. Debe estar rezando. Estamos todos bastante angustiados, temerosos y
acongojados, sin embargo, a la abuela la veo entera, intuyo como sus labios van
pronunciando las serenas avemarías que desde su fe profesa. No sé cómo puede
estar tranquila, su nieto está en un momento crítico, y ella está aparentemente
serena. La miro y recuerdo la cara de
esos chicos del video que vi la semana
pasada, esos jóvenes de arguments. ¿Cómo encuentran esa serenidad? Con ese video, ya me quedé extrañado. Hoy no
voy a desaprovechar la oportunidad. Me acerco a la abuela y le pregunto por qué
se muestra tan confiada. Contesta diciendo que está rezando por Mario y que Dios
le escucha, dice:
- Confío en Dios y sé que va a salvar a mi
nieto.
Me
quedo perplejo, la verdad es que cada día me flipan más estos católicos, cómo
pueden creer en algo tan invisible, algo tan irreal, tan impalpable.
Sin
embargo, me viene a la cabeza de nuevo, la serenidad de la abuela de Mario
y la felicidad de aquéllos jóvenes
católicos. Sigue sorprendiéndome e
inquietándome. Cada vez más.
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